José Pulido
Poemario semanal
ANTES Y DESPUÉS HUBO CIUDAD
Ahogado de insomnios música molida
desangrar de neón como playa nocturna
máquinas de pensamientos sobre la colcha intacta
la vida en movimiento haciendo piedras
Clama hasta que renazcan arboledas
ruge desde la rabia antigua de los desesperados
las lagunas ciegas chupadas por el monte
las escuelas primarias amarillentas de muerte
en los letreros patrios el podrido esplendor
esgrime tu historia con hemerotecas
y sigue olvidando lo que no has tenido
Muestra todo lo oficial de tus culturas
los suburbios oscuros que quedaron en posición de océano
revela tus almejas
y dónde está tu cuerpo metafísico fundado
el desierto abrevando en los jardines sin mujer
Ella salaba por los dos como un mar campesino
encendía sus ojos buscando en la maleza
la leña y el deseo aglomerados
para luego soltarlos en un sudor de res
o en un Ave María silenciado por trapos
El fogón donde ardían las chamizas del sexo
tocaba sus cabellos y convertía en rocío las hojas de su cara
emperatriz de la pobreza conocía más el dolor que el amor
déjame decirte que éramos corderos y habíamos sido heridos
por la herida perfecta
EL EXTRACTO
Un anzuelo cae en lo profundo con la carnada de la esperanza
las personas jalan el sedal pescándose a sí mismas
ese dolor se llama desespero.
La vida es un camino hacia el vacío
el vacío nunca está afuera
todo creyente reza en sentido contrario
quien se sumerge en la oración descubre la poesía
Los ángeles pueden ser humanos durante unos minutos
se ignora si es un premio o un castigo
Y en ese minuto devoraba su primera mirada amorosa
y recorría el paisaje de unos labios
cuando todas las bocas olían a carrubio
Ninguna iglesia toca el verdadero cielo
porque el cielo es el hueco de la eternidad
y la eternidad es una ausencia
Una persona se zambulle en el pecho culposo de la vecindad
y sufre quien observa
El Arcángel Miguel cumple su jornada en otra dimensión
fugaces palomas lo atestiguan
no le está permitido bajar y descansar
el diablo es un trabajo
LO QUE MI MADRE QUERÍA
A mi madre le bastaba una taza de café
para mantenerse activa en el sueño y la verdad
creo que podía estar un año sin morirse ni entristecerse con apenas tener una taza de café en su mano derecha pequeña y delicada a duras penas
Pero jamás sabré a ciencia cierta qué preferían sus gustos ancestrales
resguardados como joyas en su particular espíritu
que se intuía como una racha antiquísima de vapores vegetales
Ella solo hacía cosas para los demás
hervidos, frituras, dulces de lechosa, de cabello de ángel, guarapos de llantén, emplastos de sábila
remedios para el asma y para el pasmo
Su jardín era una posesión tan adorada que sembraba sin parar hasta preguntarse a veces qué mata será esta
Sé que le encantaba vivir
aunque casi nunca la vi celebrar algo porque trabajaba sin horario
y se dedicó a morir lentamente a los 94 años de edad aferrada a un enorme corazón
hinchado de bondades y por la picada de un insecto
que la conoció en su juventud y no resistió la tentación
no sé qué le gustaba más de la vida
pero cuando estaba sola
cantaba y bailaba
una vez la descubrí desde una rendija
y pensé en el acto qué canción será esa
Siendo una niña tiempo atrás lejano
con un cielo más nuevo que el de ahora
de un tosco frescor el aire entre los vientos
y un sol más libre jineteando lomos
-juegos y espejos, reflejos de agua yéndose,
charrasca del universo entre las piedras,
filigrana de ilusiones con ganas y sin ganas,
largavista para verse los dedos,
arpa de vidrio frío para callarse la cara-
le gustaba pescar en los arroyos
que la gente consideraba ríos
pescaba con sus manos esos corronchos negros de hacer sopa, corronchos feos, feos, feos y tan sabrosos
ella cocinaba desde que tenía uso de razón
y bailaba y cantaba cuando estaba sola
ESOS AMIGOS DE UNO
No podemos escuchar todo lo que suena
hay un céfiro tan suave que no soporta nichos
como el aliento de una monja soñando
Habremos percibido las angustias ajenas
creyendo que era música
Molesto en conciliábulos he dejado mi zona del nacer
venían criminales, venían estafadores, venían los ladrones
venían las crueldades
se iban la luz, el agua, la certeza
la decencia, la sinceridad
Lamento que mi compadre también se haya ido
Éramos compadres porque bautizábamos libros
Teníamos esa amistad de reírnos del mal
de hablar como dictando salmos deleitosos
leíamos por placer a los mismos autores
supimos escarmenar a Whitman en John Donne
usando la ironía tropical que fluía en la Caracas de Manuel Caballero
Llegamos a alcanzar tanta humildad en lo sensible
que acompañando emocionados a Manuel dijimos "sí acepto"
a la desesperante belleza de la poesía de Hanni Ossott
sobre cualquier crepúsculo e inclusive:
una belleza más bella que un soneto perdido llorado por el Dante
Nuestra hermandad venía de épocas de hambre luminosa
y siempre nos decíamos como llenos de vida interminable
"si ves un ángel sacando con ímpetu su espada
inclina tu cabeza y no le implores"
Creía que yo vivía a unas pocas manzanas de su hogar
y que había olvidado su amistad hasta el punto
de no visitarlo en el hospital donde encalló
(en el lodo blanco de las sábanas hundido
la popa del colchón destrozada contra los peñones de la orina)
he debido decirle que estoy más allá de un océano
y aunque viviera a un paso, a medio metro,
no habría tenido ganas de ser un bulto más en su ceguera
ni orar en reclinatorio prematuro por unas piernas
que ya se habían marchado
nunca hubiera podido cruzar su hinchada soledad
y aún me descompone aquella nota irreal de despedida
"Me voy como los peces que se vuelven pescado. Te dejo mis libros y mis discos".
No sé dónde los irán a poner
RECUENTO POR SI HAY INVENTARIO
Afeitado por cualquiera que tuviera una silla de barbería
vestido en tiendas al servicio de la pobreza y el influjo de los abalorios
la nariz buscando olores de cocina siempre en medio de la peste
yo ni siquiera era una promesa de nada
en las geométricas soledades calurosas
cuando sin ninguna razón nos conocimos
Me sentía un despojo de todas las batallas
uno que estaba de regreso sin heroísmo ni ganancias
un cruel campesino sin tierra ni semilla pegándole a su buey
y con el modo de hablar
de quien tartamudea escombros
lo que significa que tú me has inventado
Escribí poesía porque tú me dijiste que lo hacía
elaboré cuentos porque tú me aseguraste que los inventaba
me senté ante una máquina echando humo de espíritus
porque me convenciste de que yo poseía uno
y aunque no has comentado que soy un trabajador del corazón
he pasado la vida dándole vueltas
a eso de quererte sin que tu boca diga
ESO QUE HE VISTO
Vi un tigre entre el monte
desde la ventanilla
estaba echado en la hojarasca
y me miró a su vez
unos amigos molestos y ofendidos
me dijeron que aquí no hay tigres
Si el tigre parlamenta en su milenario idioma
contará que me ha visto en una ventanilla
y es seguro que los tigres le responderán:
"las mujeres dicen que no hay hombres"
Le conté a mis amigas que vi un tigre
preguntaron ofendidas y molestas
¿cómo sabes que no es una tigra?
Fui al oftalmólogo para que me viera
y terminó temblando como un conejo
FERIAL
El algodón de azúcar se disolvía dudoso
aquella boca que yo tenía
adivinaba lo que me iba a faltar
Entre sombras de música y estridencias eléctricas
tropezaba con almas indolentes
en un corral de ansias desechables
¿Por qué faltó una revelación emocionante
en los carros que chocan?
esa importancia total que tuvieron
cuando sus impactos devinieron
en contacto sentimental inocultable
¿Por qué miraba la ciudad mecánica
como a una postrera Babilonia enlatada?
la palabra perdida, escondida, nunca más pronunciada
el carrusel y yo abandonados, disminuidos
y vomitaban misericordia los caballos de madera embellecida
La rueda de la fortuna no terminaba de calar en su pórtico nuboso
y la montaña rusa era una nimia risa frente al horror posible del futuro
bombillas de colores, frutos cayendo donde nadie camina
como olas que golpean los carros dispersaban carcajadas
de seres adaptados a la iluminación de la derrota
Aquí las camillas van y vienen a punto de chocar, pero solo chirrían
con sus goznes, con un anciano que gime, con un emigrante que sufre al respirar
Los enfermeros conducen hábilmente
una muchacha de cabellos azules se empotra fluorescente
su belleza habrá pasado de la fiesta a la emergencia
del túnel del amor al museo de cera
Es plena mañana, pero la luz artificial congela
pequeñas áreas de silencio infame
mi camilla entra a un consultorio blanco
y una delgada neumóloga de guardia
que no es joven ni es vieja
que no es fea ni es bonita
que no es buena ni es mala
que no me odia ni me quiere
me dice que respire con fuerza por la boca
CONFESIONES EN UN PARQUE
Ante la pequeña muerte que es el miedo
el camaleón reencarna simultáneamente
se vuelve rojo, amarillo, morado
si viera tu dolor ¿Qué pasaría?
Camuflar y camelar no son familia
toda la madera del parque está agrietada
en el parque se destaca una cruz
la mirada se conduele de medio lado
siento lástima por las vacas acogotadas
siento lástima por Frankenstein
todo esto que se fractura y se extravía
es como una lástima de hospital
Si quieres ser como los camaleones
para que nadie sepa lo que sientes
no deberías decirlo
Te hallabas lamentando los momentos
-palabras más o palabras menos-
en que te domina la desesperación del golem
el vértigo de la monstruosidad
después te aplacas como una tormenta sin viento
No sé por qué contabas lo íntimo en un parque
quizá porque las hojas giraban en círculos perfectos y el polvo las seguía
las orejas se congelaban como si la muerte estuviera sentada
en el banco vecino
No es fácil entrometerse en los pormenores de la vida propia
no es bueno estar al borde de uno mismo
aunque sea justo y recomendable
Hay quienes tienen más desarrolladas las ansias de amor
que las ganas de querer
AQUEL SONIDO
Estaba debajo de un puente
sin fuerzas para levantarse
el cuerpo era nada, la mente era niebla
oía el traqueteo de los carros
escuchaba el paso de las aguas
y trataba de recordar el sonido
que emitían su madre y la cocina